[Reto] Atentado de rescate (con Hiba)

Hacía poco que había llegado a Namimori, como siempre, buscando al objeto de su afecto

Y no tardó mucho en encontrarlo.

-¡Hahi! - abrió la boca del puro espanto de lo que veía - ¡Tsuna-san!

Ahí estaba bajo la sombra de un frondoso árbol. Con la ropa manchada con una mezcla de sangre y suciedad y en algunas partes hechas jirones; con moretones, raspones y algo que parecían mordidas sobre su piel. Su respiración era entrecortada, pero al menos estaba vivo

Se puso junto a él para tratar sus heridas con lo que tenía a mano. Una mirada más de cerca a las marcas le indicó que se habían hecho con un objeto alargado y contundente. Le empezó a hervir la sangre. Solo había una persona que poseía un arma que calzaba con esa descripción, y en ese momento poco le importaba que fuera una de las personas más fuertes y aterradoras que existían

y así recorrió los pasillos de la escuela, con paso enérgico, casi furioso, hasta dar con la sala del comité de disciplina

Se acomodó finalmente a gusto sobre la silla de su escritorio y con presteza tomó un pañuelo para limpiar cualquier salpicadura de sangre aún ensuciando sus manos, o la extensión de sus armas. El olor a óxido del líquido bermellón había quedado impregnado en el aire que se respiraba dentro del despacho. Para el disciplinario se trataba de algo tan común que era incluso rutinario, aunque probablemente la inclemencia que había mostrado esta vez sobre el Vongola se había ido un poco más allá que los meros golpes y había pasado a experimentar con otra clase de castigo, por no llamarle humillación. No lucía turbado ni arrepentido por ello. Por el contrario, su rostro parecía reflejar un ligero tono de pérfida satisfacción por encima de su impasibilidad.

La fina exclamación resonando con una aguda voz femenina por fuera de la ventana fue lo que le obligó a levantarse de su asiento, presa de la curiosidad. Se suponía que todo el alumnado ya se había retirado del plantel -exceptuando al castaño-. Al asomarse por el balcón identificó inmediatamente a la chica como una de las ruidosas herbívoras que solían rondar el grupo de Sawada. Resopló con fastidio cuando la notó desaparecer por la puerta del edificio, seguramente con intensiones de llegar a su oficina.

No estaba de humor -y probablemente nunca lo haría- para lidiar con rumiantes y mucho menos escuchar quejas. Al parecer Tsunayoshi no sería el único del que tendría que encargarse ese día.

Esperó de pie ligeramente reclinado sobre el borde de su escritorio hasta que finalmente, como se imaginaba, una exhasperada figura entró sin más por la puerta del Comité. Su expresión no mostró más que un pronunciado desdén. Levantó a penas su ceja. -No está permitido para nadie entrar al terreno escolar a estas horas. -No le apetecía aún usar la fuerza con ella. De todas formas el hacerlo no le supondría ninguna satisfacción ni le garantizaría una pelea interesante. Según sus términos, no ganaba nada. -Sal de aquí ahora antes de que me arrepienta, herbívora. -Le echó un vistazo rápido a sus tonfas para luego devolver la mirada hacia las orbes ajenas. Su paciencia era limitada y sólo esperaba que obedeciera aquella simple orden. O probablemente tendría que valerse de métodos menos ortodoxos.

Apenas entró a la habitación le buscó con la mirada. Ya tenía pensados un buen par de cosas para decirle, pero el valor le duró solo hasta el momento que le dieron el llamado de atención, bajándole inmediatamente los humos como si le hubieran echado un balde de agua helada, y luego sintió que le empezaban a tambalear las rodillas ante su advertencia

Pero no se podía quedar así como así permitiendo tal injusticia para con el castaño. Así que acumuló todo el coraje que tenía, respiró hondo, y trató de que su voz sonara fuerte y clara

-B-bueno ... -tragó saliva para que no le fallara la voz- ... eso será para los estudiantes de esta escuela- trató de parecer desafiante al querer hacerle ver que no estaba bajo su jurisdicción, sin quitarle la mirada de encima ni un solo instante, solo en caso de que tuviera que huir por su vida- pero Haru no lo es, así que Haru, puede estar aquí si Haru quiere-sentenció

-Además ... -agregó- Haru no se va a mover de aquí hasta que Hibari-san se haya disculpado por dejar tan mal a Tsuna-san- dijo recuperando los ánimos. Después de todo, era ese el principal motivo por el cual quería verle, y ningún comité de disciplina la iba a sacar de esa habitación hasta que no obtuviese lo que quería

Los reclamos ajenos habían terminado por quebrantar el mínimo margen de tolerancia que por una vez se había permitido dar. Había ordenado algo, y le parecía haber hablado de manera bastante clara y precisa. La desobediencia no era algo que permitiera y por naturaleza no solía ser indulgente con aquellos que sobrepasaran sus normas. Fuesen o no fuesen pertenecientes a esa escuela. La disciplina -su disciplina- no discurría en categorías.

Ensanchó la mirada conforme se separaba ligeramente del apoyo que le brindaba su escritorio. Sus ojos emanaban un aire de amenaza más denso del que pudo haber en un principio, una estoica seriedad que pretendía poner de manifiesto lo severo de sus intenciones. No necesitaba amedrentar demasiado para fijarse en el aspecto desvalido de la adolescente. Era casi como un cordero herido. Justo como pensó, no suponía ningún reto para él. Pero el hecho de que la chica intentara lucir pendenciera le dio un motivo para divertirse un poco con su nueva presa. Era un discurso que se debatía entre lo hilarante y lo molesto.

-Cualquiera que violente las reglas de Namimori merece ser castigado. -Y aunque se lo estuviese recalcando, ya había desechado por completo la consideración de dejarla salir ilesa. Al oír la palabra 'disculparse' no pudo sino perfilar una nimia curvatura sardónica sobre sus labios. Jugueteando con una de sus tonfas se aproximó entonces hasta la chica, fijándose que la puerta tras ella permanecía abierta. La cerró sin más vacilación con una de sus manos y giró la llave para después retirarla, dejando a Miura acorralada entre la madera y su cuerpo. El rostro del pelinegro podía apreciarse a sólo centímetros, aún con aquella entretenida altivez imperturbable en su faz.

Levantó un tanto el mentón ajeno con la extensión metálica de su tonfa y aquel gesto en su boca casi imperceptible parecía haberse agudizado. -Y si no me disculpo, ¿qué piensas hacer al respecto? -A pesar de no ser un individuo lúdico, no estaba en cuestionamiento que jugar con la debilidad ajena le resultaba placentero.

Tragó saliva cuando el pelinegro se le acercó con las armas en mano, y el corazón se le cae hasta el suelo cuando cerró la puerta tras ella, dejándole acorralada. Siente que se le eriza la piel con el contacto del frío metal, pero no quiere demostrarle que está asustada.

Y luego el mayor le hace ver un pequeño detalle que no había previsto hasta ese minuto ¿que iba a hacer si el prefecto se negaba?. Se azotó mentalmente por no haberlo planeado antes, así que solo se dignó a decir -Eso es algo que solo Haru sabe- dijo apoyando la mano en el extremo de la tonfa, apenas haciendo fuerza para apartarla, para evitar que le ahogase con ella

Y claro que era algo que ella solo sabía, solo que en ese momento no lo sabía aún, así que esperaba que por su propio bien, se le ocurriese algo en el camino