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Mensaje por Invitado 27/12/2009, 4:50 pm

El fic es un poco... raro. Al menos eso es lo que me parece a mi U.U

Y, aunque he tenido bastantes problemas para escribirlo, me gusta el resultado.

Muchisimas gracias a Kao por ayudarme con la pareja y Fong, espero que te guste^^



Odio

Había muchas cosas que odiaba.

Algunas eran tan simples como las bromas pesadas de Lambo o cuando la arena se le quedaba entre los pies cada vez que hacían una salida a la playa. Otras eran algo más complicadas, como su odio al sufrimiento y a la guerra. Pero incluso para su corazón bondadoso, había algo que superaba el odio que le tenía a esas batallas en las que tanta gente moría. Y eso no era otra cosa que China, aunque se había criado allí y aquellos habían sido años felices, no podía evitar odiarla.

Odiaba China porque allí era donde había nacido.

Hacía ya 13 años, en un pequeño pueblo, su madre había dado a luz muriendo en el proceso. Su padre, enfermo desde hacía meses, no pudo aguantar el dolor y murió dejándola sola. Con unos pocos días, sin haber comido y bebido, con sus padres muertos... era una presa apetecible para la muerte. No se acordaba mucho de ello, porque era una recién nacida, pero en el momento en que estaba a punto de cerrar los ojos y darse por vencida, se desató una tormenta.

Tal vez fue la casualidad la que hizo que estuviera por los alrededores, tal vez fue el destino el que le convenció para que buscara refugio en ese pequeño pueblo, pero lo importante es que allí se encontraba. Enfrente de ella, una figura masculina a la que estiró los brazos buscando refugio de la muerte. Enfrente de él, un bebé que se aferraba a la vida como podía.

Su carácter amable y el hecho de que había cogido cariño a esa niña con un par de miradas, le impidieron abandonarla allí. Paseo por todo el pueblo y, regalando algunas de sus sonrisas, consiguió que la alimentaran y que la niña dejara de toser. Para su sorpresa, se concentró tanto en cuidarla que pasó una semana sin entrenar y se regañó a si mismo.

Programó un horario para poder entrenar y cuidarla. Dejaría al bebé con la anciana de la posada mientras que entrenaba por la mañana y cuidaría de ella por la tarde. Le agradeció con su mejor sonrisa a aquella mujer que hiciera eso por él y ella simplemente le dejó hospedarse gratuitamente en la posada. Al día siguiente comenzó su rutina con su fiel compañero. Y, para su sorpresa, se encontró con que odiaba tener que cerrar la puerta de la posada y perder de vista esos ojos marrones.

Odiaba China porque allí era donde se había criado.

Los días empezaron a pasar, las semanas, los meses e incluso los años. Contaba con solo 4 años y ya sabía artes marciales. Su primera palabra había sido precisamente su nombre y aquello le hacía ser alguien realmente egoísta; porque la mantenía a su lado aunque los dos sabían que era peligroso.

Jamás la dejaba sola y, al tenerla a su lado incluso cuando entrenaba, había hecho despertar en ella cierta pasión por las artes marciales. Cuando intentó dar su primera patada y cayó de espaldas, ganó una de las caras del hombre más tiernas. Y le sonrió con esa timidez suya que hizo que él hombre le besara la frente. Aunque lo que ella no sabía era que él, por dentro, odiaba la diferencia de edad tan grande.

Odiaba China porque de allí se llevaba uno de sus peores recuerdos.

Poco antes de cumplir 5 años, aquella felicidad se rompió. Ella nunca se perdonaría haber insistido tanto. Él nunca se perdonaría haberse dejado convencer y haberla dejado sola. Su mono, aquel amigo que había estado con él tanto tiempo, le miraba fijamente queriendo decirle que por unos minutos no había manera de que pasara algo. Un comentario que se podría resumir en un “No es tu culpa”, una mirada que sabía que no era cierta. Un triste engaño del cual no podía ser parte.

La habían secuestrado unos ladrones. Tal vez la venderían y tendría que ser una esclava de por vida, o tal vez la matarían; y él no podría hacer nada. Negándose a ser un inútil, buscó día y noche sin descanso y la encontró. Inconsciente, llena de sangre, llena de heridas. Y suspiró, porque al menos no la habían violado. Cuando noqueó al último de los ladrones, la cogió entre sus brazos y le besó la frente. Porque odiaba esa sensación que le decía que no podía protegerla.

Odiaba China porque su primer vuelo lo había cogido allí.

Cuando la llevó al aeropuerto, esta vez con una forma de bebé, le miró con ojos llorosos. Aquello le gustaba menos que a ella pero era por su propio bien. Él le dedicó su mejor sonrisa mientras le prometía se volverían a ver. Ella le devolvió la sonrisa mientras bañaba su rostro en lágrimas tan amargas como su dolor.

Ella embarcó; él se quedó en tierra. Ella no pudo dejar de llorar; él se llevo una mano al pecho intentando aliviar el dolor que sentía. Ella odiaba ese sentimiento; él odiaba ese sentimiento. Y ni siquiera sabían que el otro se sentía igual.

Odiaba China porque la peor llamada de su vida la recibió de allí.

Tenía 13 años, vivía en la mansión Vongola y era feliz, porque en unos meses su maestro volvería para celebrar su cumpleaños. Tenía ganas de verle, de decirle que tenía trabajo, de abrazarle, de sentirle cerca, de ver sus sonrisas... tenía ganas de dejar de sentir ese vacío en ella. Y como ella esperaba, el teléfono sonó y le dijeron que era una llamada de China. Su sonrisa se ensanchó cuando susurró emocionada un hola. Y en unos segundos se rompió.

La llamada era de un conocido de él, diciendo que estaba muerto, que había fallecido en un combate. Ella empezó a llorar; él no dijo nada... porque ya no podía. Y eso era algo que ella odiaba.

Odiaba China porque allí era donde descansaba.

Le pagaron el viaje, le escoltaron hasta el lugar, le dieron todos los ánimos que pudieron y ella no lo notó. Ni siquiera sintió dolor cuando se encontraba delante de su tumba, ni las ganas de llorar. Porque no podía sentir absolutamente nada... porque estaba completamente vacía.

Y, en cambio, sintió la brisa mecer sus cabellos. El viento que le indicaba que él seguiría con ella siempre. Confiada con ello le confesó que le amaba. Ella contuvo la respiración unos segundos; el viento le hizo una gentil caricia. Y la chica sonrió aunque él odiaba el hecho de no poder decirle que él también la amaba.

I-Pin odiaba China porque allí falleció el hombre que amaba.

Le prometió que seguiría practicando artes marciales, que se dedicaría a proteger a todos aquellos que la habían cuidado, que sería feliz. Él la había enseñado a ello y no desperdiciaría el tiempo que había usado su maestro para enseñarle todo aquello.

Y se prometió que, cuando aquella guerra terminara, volvería a verle. Y que tal vez entonces, tendría la fuerza para recordarle y no ponerse a llorar. Porque odiaba sentirse mal por su culpa.

Fong amaba China porque allí fue donde la conoció.

Si era el destino o si había sido todo casualidad, no le importaba ya que aquella tormenta le había hecho feliz. Y si no hubiera decidido volver a su tierra natal, tal vez no hubiera descubierta que odiaba una vida sin ella.
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Mensaje por Invitado 31/12/2009, 10:18 am

No solo me gusta, sino que me encanta la historia, realmente muy bien relatada y desarrollada y nose que decir, es un fic realmente un amor porque no paro de leerla n.n muchas gracias por el fic Chrome n.n
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Mensaje por Invitado 31/12/2009, 11:12 am

Muchisimas gracias Fong, me alegra mucho saber que te ha gustado^^
*Se va por ahi saltando de la alegria* (???)
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Mensaje por Luce 10/1/2010, 7:32 pm

Chrome~ No sé si no puedo escribir aquí, pero igual lo hago o_ó(?)
Me sacaste lágrimas ;____; *no es mentira, chica~*
Lo amé u////u
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